Ignacio Oliva Mompeán, Universidad de Castilla-La Mancha
Aquella mañana estaba citado en Verso Films, la sede de la productora que tenía Patxi Andión en la calle Fomento de Madrid. Era a finales de los noventa. Me lo había presentado días antes el periodista y escritor Ángel Alcalde, muy amigo de Patxi desde los tiempos del exilio en París, en los años sesenta. Quería mostrarle a Patxi las imágenes que había rodado en África sobre un pequeño grupo de pigmeos Baká, que vivían asentados en el curso de río Shanga, en Camerún.
A Patxi (Madrid, 1947 - Cubo de la Solana, Soria, 2019) y a su socio de entonces, Pepe Jacoste, le interesaron mucho las imágenes y pidieron opinión al veterano realizador Ángel Peláez, que les animó a que produjeran el documental. En los meses siguientes estuve yendo a Verso Films a montar el programa, destinado a la 2 de RTVE a través de Federico Molina, que entonces estaba relacionado con la adquisición de derechos de emisión.
Así conocí a Patxi. Había oído hablar de él como una leyenda entre los cantautores que intervinieron activamente durante los últimos años del franquismo. Si me oyera nombrarle como una leyenda no sé si le gustaría, era muy humilde con sus propios méritos, que fueron muchos y diversos a lo largo de su vida.
Mis hermanos mayores tenían por casa su disco Retratos y una vieja cinta de cassette de otro hermoso disco suyo titulado Once canciones entre paréntesis, del que en mi adolescencia aprendí algunas canciones con la guitarra. Supe después que había sido actor en numerosas películas y productor de Patricio Guzmán en Cuba después de La Batalla de Chile, nada menos.
Venía casi todos los días a la sala a supervisar el montaje de Pigmeos. Hablábamos de cine, de modelos de producción, de aspectos del rodaje. Sabía mucho. Había vivido importantes momentos de la historia del cine español.
Le conté que estaba escribiendo con el actor Juan Diego el guión de Falsos años, un largometraje de ficción basado en una obra de Miguel Espinosa.
Era Juan Diego quien llamaba a Patxi Comandante, por su actuación encarnando a Ernesto Che Guevara en el musical Evita. Desde entonces también fue para mí el Comandante.
Fruto de aquellas conversaciones nació el proyecto de realizar una serie auto-conclusiva de documentales con el título Ruta Salvaje, de la que rodamos, además de Pigmeos Baká de África central un par de capítulos más: Mongoles del desierto de Gobi y Quechuas del Valle del Colca.
Finalmente los documentales no pudieron exhibirse en la 2 de RTVE. Fue un duro golpe para el equipo, ya que nos habíamos dejado la piel –incluido Patxi– en aquella serie. El montaje de Mongoles quedó varado y lo terminé 8 años después.
En aquellos años Patxi conoció la Facultad de Bellas Artes de Cuenca, donde yo daba clases de cine, y mostró interés por abandonar la Complutense, en la que no se sentía especialmente cómodo, y venir a la Universidad de Castilla-La Mancha, donde le acogimos como merecía, en los primeros años 2000.
El rector Luis Arroyo, siempre sensible a nuestros proyectos, impulsó el diseño y la creación en Cuenca de un relevante espacio de investigación llamado Instituto de Estudios Avanzados de la Comunicación Audiovisual (ICA) que dirigimos conjuntamente. En aquellos años organizamos el I Congreso Internacional Pedro Almodóvar, que inauguró el propio Pedro en Cuenca en 2003.
Fueron años apasionados en el ámbito de la actividad académica y de investigación, que compartimos de un modo muy estrecho.
Después creamos el grupo de investigación IDECA, en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca, especializado en la investigación y desarrollo de contenidos audiovisuales, al que Patxi permaneció vinculado con diversos proyectos hasta su jubilación el año pasado.
Fruto de ese trabajo investigador en la universidad, me sugirió en 2004 hacer un documental sobre la memoria del exilio español en la figura de uno de los supervivientes del campo de concentración de Mauthausen, Jorge Pérez Troya, de casi noventa años. Lo rodamos en París, donde Jorge vivía, y después en su pueblo, Torre de Juan Abad, al Sur de la provincia de Ciudad Real.
Este trabajo, titulado Memoria del tiempo devastado lo terminamos en 2006 y fue el último que hicimos juntos.
Es uno de nuestros trabajos más queridos, que podrá verse, por cierto, el próximo viernes 17 de enero de 2020 en Madrid, en la casa de Cultura de Chamberí. Patxi iba a introducirlo al público ese día. Al no estar ya entre nosotros para presentarlo, como era su deseo, será un momento para rendirle un pequeño homenaje por su último trabajo como productor ejecutivo.
Fueron muchas las veces que hablamos de nuevos proyectos en estos últimos años, de ficción y documental. Le hacía ilusión que rodáramos una de sus giras por Latinoamérica, acompañados por el realizador argentino Edgardo Cabeza, uno de sus grandes amigos.
La trágica desaparición de Patxi abre un hueco irreemplazable en mi corazón, por lo que he contado y por lo mucho que no he contado en estas lisiadas y urgentes palabras. Estoy seguro de que también lo abre en el corazón de sus compañeros y compañeras de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca (“con quienes tanto quería”) y de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Hasta siempre, Comandante.
Ignacio Oliva Mompeán, Profesor de cinematografía, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.