Francisco Jareño Cebrián, Universidad de Castilla-La Mancha
¿Se acuerdan de cuando de pequeños nos decían “¡Que viene el coco!” y temblábamos sin saber qué era el coco? Lo mismo nos está pasando ahora. “¡Que viene el coronavirus!”, y nos ponemos a temblar y multiplicamos de manera exponencial los efectos del miedo. Tiemblan los niños, que se lo imaginan como un monstruo feo y peludo, tiemblan los mayores. Pero también tiemblan los mercados, las bolsas y las empresas.
Ese temblor colectivo hizo que este 9 de marzo los mercados internacionales vivieran otro “lunes negro” con todas las cotizaciones en rojo. En España, el Ibex 35 cayó más de un 8%, el descalabro bursátil se repitió por toda Europa y alcanzó a Estados Unidos. Esta caída recuerda a la vivida tras el anuncio del Brexit, y ocurre en un momento en que el precio del crudo también se desploma.
En el caso de los precios del petróleo, su descenso se debe no solo al miedo al Covid-19. Las tensiones geopolíticas y la guerra de precios que mantienen Arabia Saudita y Rusia mantienen en vilo a gobiernos y mercados, y las empresas del sector ven caer tanto sus beneficios operativos como sus ganancias en bolsa.
Estos hechos evidencian el efecto contagio -tan estudiado en la literatura financiera-, que está tiñendo de rojo el panorama económico, haciendo saltar las alarmas y la preocupación. Ha habido otras pandemias recientes, como la del SARS en 2003, pero entonces China estaba más aislada del mundo. Sin embargo ahora, con su plena participación en la economía mundial y la expansión del virus a nivel global, se prevé que el impacto del Covid-19 sea mucho mayor.
Ante esta situación de incertidumbre cabe preguntarse, ¿esperamos una profunda recesión económica o hay un resquicio de esperanza?
Las fábricas chinas paran, el mundo se detiene
La situación de emergencia derivada de la propagación del SARS-CoV-2 nos está conduciendo a una parálisis total, con el cese de actividades económicas, la ralentización de las economías (principalmente las desarrolladas) y la cancelación de eventos de distinta índole y envergadura (Mobile World Congress, Indian Wells…).
Muchas empresas están optando por disminuir al máximo los contactos personales mediante el teletrabajo y las reuniones por videoconferencia. Esta disrupción en la economía mundial será mayor cuanto más se prolongue el efecto negativo del coronavirus.
La industria china, que abastece al resto del mundo, ha tenido que reducir su producción, alterando la planificación de sus clientes. Bloomberg Economics (BE), prevé que los sectores más afectados serán el textil y el de componentes electrónicos al ser China el gran proveedor mundial, con casi el 20% de los productos intermedios.
Hablando en cifras, BE estima que habrá una desaceleración cercana al 5% en el PIB chino, (que actualmente supone cerca de un 17% del PIB mundial). Por su parte, la OCDE estima que las economías de Camboya, Vietnam, Corea, Japón, Chile, Estados Unidos, India, Australia, Brasil y Rusia son las más vulnerables al parón chino y la ruptura en la cadena de producción.
En comparación con los efectos económicos que supuso el virus del SARS en 2003, BE confirma que el impacto negativo del SARS-CoV-2 será mucho mayor, aunque se vislumbran dos escenarios diferentes, uno de contención del virus en el corto plazo y otro de situación extendida en el tiempo.
Asumiendo el mejor escenario, en el que la persistencia del impacto del Covid-19 no sería prolongada, BE pronostica un retroceso respecto a la tasa de crecimiento prevista de un 0,4% a nivel mundial, afectando sobre todo a Hong Kong, Corea del Sur, Brasil, Australia, Indonesia y Japón, pero también a países europeos, fundamentalmente Alemania y Francia, aunque España e Italia también aparecen en el ranking de países afectados.
Los problemas son oportunidades
La persistencia del efecto Covid-19 puede hacer mucho daño a la economía mundial, suponiendo un verdadero freno al desarrollo pero la historia nos demuestra que los momentos de crisis se pueden aprovechar. La situación excepcional que estamos viviendo puede servirnos para comenzar a transformar el mundo, impulsando los objetivos de desarrollo sostenible (ODS). El fin de la pobreza, educación de calidad, energía asequible y no contaminante, trabajo decente y crecimiento económico, reducción de las desigualdades, ciudades sostenibles, producción y consumo responsables y acción por el clima, son algunos de ellos.
Ante el color rojo catastrofista que perfilan los mercados, los cuales valoran las expectativas de que la situación generada por el SARS-CoV-2 se perpetúe en el tiempo, la economía mundial debe apostar por enfrentarse al reto que estamos viviendo y aprovechar la oportunidad para comenzar a construir un marco económico mundial mucho más justo, respetuoso y sostenible. Tenemos la oportunidad de empezar a cambiar las cosas tiñendo de verde esperanza el futuro económico.
Francisco Jareño Cebrián, Profesor Titular de Universidad, Área de Economía Financiera, Departamento de Análisis Económico y Finanzas, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.