Juan Luis Manfredi, Universidad de Castilla-La Mancha
Dentro de seis meses se celebrarán las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Queda un mundo porque, si algo hemos aprendido de la presidencia de Donald J. Trump, es el carrusel político y emocional de sus decisiones y actuaciones. Quienes seguimos la actualidad estadounidense sabemos que no es un personaje fácil de tumbar.
Las investigaciones sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016, el impeachment nunca celebrado, sus declaraciones sobre Twitter y la libertad de expresión, la reacción ante las protestas sociales tras la muerte del afroamericano George Floyd o la caída de los valores bursátiles son algunos de los titulares más destacados del mandato que llega a su fin.
Errático y agresivo, pero de momento nadie puede con él
Como poco, podemos apuntar que el presidente Trump mantiene un estilo de liderazgo errático y agresivo, si bien, de momento, nada ni nadie puede con él. Es pronto, sin duda, para valorar su posible reelección el próximo 3 de noviembre de 2020, pero ya podemos anticipar algunos elementos del legado intelectual del trumpismo, cuyas influencias se observan en otros líderes mundiales.
No es Trump solo, sino una corriente que me atrevo a calificar de intelectual y ontológica, un ensayo de comprensión de la realidad internacional. Trump da nombre a la corriente, pero su legado tiene alcance mundial. Jair Bolsonaro, Boris Johnson, Andrés Manuel López Obrador, Víktor Orban, Aleksander Vucic o Narendra Modi le siguen en la estela.
La primacía del poder ejecutivo
El parlamento y el poder judicial se convierten en dos poderes complementarios, que molestan en el gobierno del decreto ley o la orden ejecutiva. Es el paradigma de la excepción y la alarma social, que diluye la discusión sobre el alcance o las consecuencias de las políticas públicas para centrarse en la efectividad de las medidas.
A Trump no le gusta consultar sus decisiones con nadie, ningunea a los expertos y deja vacantes las posiciones de decisión técnica. En Polonia, la batalla disciplinar contra los jueces ha llegado al Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que ha pedido medidas preventivas ante las reformas del Partido Ley y Justicia. En Rusia, el Parlamento ha aprobado unas reformas constitucionales que perpetuarán el mandato de Vladimir Putin.
Nacionalismo económico y barreras artificiales al comercio
“Hemos ido demasiado lejos en la globalización y esto tiene que cambiar y está cambiando”, dijo Thierry Breton, ¡comisario europeo y responsable de Mercado Interior!
La creciente desglobalización es, pues, una decisión política cuyas consecuencias son económicas y comerciales. La COVID-19 ha acelerado una tendencia ya vista antes: la industria sanitaria es estratégica. Y la farmacéutica. Y la automovilística. Y una lista cada vez más larga de actividades económicas. En Reino Unido, las negociaciones para el acuerdo post-Brexit se atoran en el level playing field, esto es, las condiciones económicas y comerciales. Recuperar el control escondía un argumento económico de nuevos tratados comerciales, sobre todo, con Estados Unidos.
La polarización y el malestar social
Trump cuenta con una altísima tasa de fidelidad entre el votante republicano, pero no alcanza a superar el 49% de popularidad. En la práctica, significa que no es capaz de atraer votantes registrados como demócratas, aunque pueda atraer al segmento de votantes independientes. Un fuerte carisma asegura el reconocimiento de los tuyos, pero ningunea a un enorme segmento sociodemográfico.
En India, el segundo mandato de Modi gira en torno al nacionalismo hindú y las leyes de ciudadanía. El discurso de Duterte en Filipinas se construye sobre la hipérbole y los mensajes denigrantes contra los críticos. En su obra Cómo mueren las democracias, Levitsky y Ziblatt estudian cómo el deterioro de la vida política empieza por el desprecio hacia el rival político y su identificación con comportamientos impropios de “nuestra” democracia. Así es difícil construir un proyecto de vida en común.
El debilitamiento de las instituciones y el orden multilateral, las constantes amenazas a la viabilidad de la Organización Mundial de la Salud, el abandono de los Acuerdos de París o las críticas a la Comisión Europea por parte de los líderes del Visegrado reflejan un deseo de controlar la actividad política nacional sin las obligaciones soberanas recíprocas.
La cooperación china o turca en Serbia está destinada a seducir y atraer la mirada balcánica y desincentivar su incorporación a la UE. En todo caso, sin cooperación, los grandes problemas contemporáneos irán a más, sea el cambio climático, las migraciones, la ciberseguridad o el terrorismo.
La victoria de America First deja tres herencias: el neoaislacionismo, el proteccionismo y las fronteras reforzadas.
El descrédito de la ciencia y, sobre todo, de la prensa
El reciente decálogo de López Obrador para salir del coronavirus incluye la eliminación de actitudes racistas, clasistas, sexistas y discriminatorias o la búsqueda de una espiritualidad o un sueño en la vida.
Bolsonaro calificó la infección de “gripecita” y criticó el aislamiento social impuesto por determinados estados. Comparte con Trump su afición por los tratamientos basados en la hidroxicloriquina, con o sin fundamento.
Boris Johson ha despreciado y censurado los informes sobre la pandemia que apostaban por un confiamiento duro, contrario a las tesis de la inmunidad de grupo. Si con 8,2 millones de infectados por COVID-19 (y 445.000 muertos) cuesta financiar proyectos científicos, la incredulidad ante el cambio climático –cuyos efectos no se ven en el día a día– es un legado terrible.
La militarización de la protesta
En Hong Kong, en las calles de Minneapolis, en Cachemira, en Chile, en Ecuador o en Bolivia. Da igual donde uno mire. La comunicación visual de la respuesta a la protesta es el uso de las Fuerzas Armadas, la retórica de la ley y el orden y el giro conservador de los presidentes.
El trumpismo se sostiene sobre el perfil duro del poder ejecutivo, que ahoga cualquier iniciativa de conciencia colectiva y protesta.
En suma, el legado intelectual es una suerte de neopopulismo mediático (Silvio Waisbord) que genera un discurso mesiánico, una política pop (Adriana Amado) que practica una estética de celebridad y un hiperliderazgo de carisma, antiintelectualidad y gestión política de las emociones.
El trumpismo, suceda lo que suceda en las elecciones de noviembre, ya ha marcado una época en la política internacional.
Juan Luis Manfredi, Profesor titular de Periodismo, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.