Antonio Fernández Vicente, Universidad de Castilla-La Mancha
Junto a los mitos, la música es el misterio supremo del ser humano, nos decía el antropólogo Claude Lévi-Strauss. Es lo que nos une a cualquiera, como lenguaje universal. Y al son de las músicas del mundo, como cantaba Franco Battiato, gira tutt’intorno alla stanza mentre si danza, danza: todo da vueltas en la habitación mientras se baila.
A medio camino entre la cultura popular y lo culto, Battiato fue el poeta místico del nomadismo. De aquellos que se sitúan siempre al acecho y en las fronteras, en la búsqueda de ángulos de tranquilidad, a la espera de la paz en los monótonos atardeceres.
Fue el juglar de quienes se sienten extranjeros y forasteros estén donde estén, sin ataduras del sentimiento, viajeros siempre en busca de hospitalidad, en tránsito siempre hacia nuevos despertares. El poeta de los peregrinos de la vida que a la deriva tratan de divisar “la dimensión insondable”, que siempre hallaremos fuera de la ciudad, en el camino, alejada de las comodidades de lo que es familiar y seguro.
Porque de eso se trataba, de hacer del camino la morada del nómada, de Battiato y de cualquiera que desee vivir más en la poesía que en la prosa.
La sombra de la luz
Con una humilde belleza, Battiato nos recordaba que sólo somos la sombra de una luz, una existencia precaria de infinita vulnerabilidad. En los caminos más inciertos, sin rumbo, es preciso no abandonarse ni dejar que nos abandonen.
“Porque las alegrías del más profundo afecto
o de los más leves anhelos del corazón
son solo la sombra de la luz.
Recuérdame lo infeliz que soy
lejos de tus leyes
cómo no desperdiciar el tiempo que me queda”.
La cura
Arrojados a un mundo deshumanizado donde reinan las violencias intestinas y los odios más grotescos, Battiato puso voz a quien nos protegerá del miedo a la hipocondría, “de las injusticias y engaños de tu tiempo”, de los fracasos y obsesiones. A quien sanará nuestras enfermedades, con quien caminaremos por los senderos de una vida extraña y nos acompañará a donde, “con más velocidad que un águila”, nos conducen nuestros sueños. A quienes nos traerán el silencio y la paciencia. A quienes nos salvarán “de toda la melancolía” cuando los “perfumes de amor embriaguen nuestros cuerpos”.
“Porque eres un ser especial y yo cuidaré de ti”.
Fue muy bello
Contra los estragos del tiempo se alza la belleza de la música y de los paisajes de la Sicilia natal de Battiato. Allí vivió alejado de los ruidos embrutecedores, en aquel océano de silencio que es Milo, en Catania.
Para viajar no es preciso moverse físicamente, al igual que para mantenerse joven no hay más que dejar que las sombras se extiendan más allá de la noche. Como decía el escritor Claudio Magris, la vida no es más que un viajar infinito, aunque no salgamos de nuestra habitación.
“No me preguntes adónde conduce el camino. Síguelo y camina solo”.
Vuelan los pájaros
Fue el poeta de la desorientación, del volar libre, tan impredecible como el vuelo de los pájaros:
“Ellos abren las alas, se lanzan y aterrizan mejor que los aviones, las perspectivas cambian al mundo, vuelos impredecibles y ascensos rápidos trayectorias imperceptibles códigos de geometría existencial”.
Vengo a buscarte
Es el poeta de la contradicción, de quien desea estar solo pero es esclavo de la pasión de estar junto a otra alma solitaria. Porque “el animal que llevo dentro nunca me hace vivir feliz, el animal que llevo dentro te quiere a ti”.
El poeta que, para encontrarse a sí mismo, ha de buscarse en el amor verdadero “que leo en tus ojos y tú lees en los míos”, aunque “yo sepa tus mentiras y tú mi triste cobardía”. Y aún así…
“Y vengo a buscarte Incluso solo para verte o hablar Porque necesito tu presencia Para entender mejor mi esencia”.
Antídoto contra la indiferencia
Porque la música nos ayuda a sentir con mayor intensidad, a compartir las profundas emociones con los demás. La música es el antídoto perfecto contra la indiferencia.
Battiato nos decía que “todo es ilusorio, todo es vacío”. Y, quizás, el único “centro de gravedad permanente” que hallaremos al final del camino sea el de los poetas y sus músicas.
Addio carissimo Franco, è stato molto bello!
Antonio Fernández Vicente, Profesor de teoría de la comunicación, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.