José Francisco López-Gil, Universidad de Castilla-La Mancha
Muchas veces hemos escuchado que el desayuno es la comida más importante del día. ¿Qué hay de cierto en esta afirmación? En lo que se refiere a los adultos, existe controversia sobre la necesidad o no llevarnos algo a la boca nada más levantarnos, pero las recomendaciones son diferentes para los niños y adolescentes.
Debido a los rápidos periodos de crecimiento que se producen en la infancia y la adolescencia, y con el fin de impedir carencias nutricionales que pudieran interferir con los mismos, se aconseja evitar que los menores experimenten largos periodos de ayuno. Saltarse el desayuno contribuiría a prolongar el tiempo en que no ingerimos nada mientras dormimos.
¿Significa entonces que desayunar es la comida más importante del día? No necesariamente. Es cierto que, como una más del día a día y dentro de una rutina de ingestas, podría favorecer el cumplimiento con los requerimientos de nutrientes y energía de niños y adolescentes. Pero esta afirmación puede aplicarse también al resto de comidas diarias.
¿Y qué les damos para desayunar?
La Sociedad Española de Nutrición Comunitaria señala que un desayuno adecuado debe estar compuesto por: lácteos (un vaso de leche, un yogur fresco o queso); cereales (pan, galletas, pan integral, bollería casera o cereales de desayuno); y fruta o zumo natural. Además, en algunas ocasiones podría complementarse con otros alimentos ricos en proteínas, como huevos, jamón, frutos secos, etc.
Es posible que una clasificación más específica pudiera facilitar la labor de las familias a la hora de escoger el desayuno de los más pequeños. En primer lugar, para saber exactamente qué alimentos deben tomar. Y en segundo lugar, para priorizar aquellos que son considerados más saludables por su composición nutricional.
Por ejemplo, en la mayoría de los casos, consumir fruta entera será más recomendable que hacerlo en forma de zumo. ¿Por qué? Porque así activamos más mecanismos que favorecen la saciedad (por ejemplo, con la masticación), obtenemos un mayor número de nutrientes, dedicamos más tiempo al desayuno, etc.
Podríamos hacer esta distinción entre el consumo de un cereal integral (por ejemplo, avena, centeno) y un producto de bollería industrial o cereales de desayuno. Estos últimos sacian menos por ser normalmente más palatables y ricos en azúcares añadidos o grasas trans, incluir potenciadores del sabor, etc. Y, posiblemente, favorecerán una mayor ingesta de energía.
Consecuencias para la salud psíquica
En nuestro reciente estudio, que incluyó una muestra de 3 772 niños y adolescentes españoles, observamos que tanto los menores que no desayunaban como quienes lo hacían fuera de casa tuvieron más probabilidades de presentar problemas de salud psicosocial, concepto que habitualmente incluye características como autoestima, estado de ánimo y ansiedad.
La principal hipótesis sobre estos resultados es que la población infantil y adolescente que desayuna en casa lo hace principalmente en familia. En este sentido, el contexto social podría desempeñar un papel clave, ya que parece estar asociado a la ingesta de alimentos de mayor calidad . Es decir, los que incluyen grupos de lácteos, cereales y frutas.
El hecho de realizar la primera ingesta en casa favorece la accesibilidad y la disponibilidad de diferentes alimentos. Además, las comidas familiares conforman un escenario sociocultural clave, pues facilita controlar el comportamientos de los niños, interactuar con ellos o imponerles normas sociales.
Por añadidura, realizar comidas fuera de casa (en cafeterías, kioscos, etcétera) parece potenciar el consumo de alimentos con excesivo aporte energético y pocos nutrientres.
Mejor en casa y en familia
El desayuno, entendido como una comida más dentro de una rutina de hábitos saludables, podría favorecer salud psicosocial de la población infantil y adolescente. Por ello, parece razonable promover que lo tomen en casa, preferiblemente acompañados y en un ambiente relajado. Los miembros de la familia parecen ejercer una gran influencia en la adquisición de hábitos entre la población más joven.
No obstante, atender únicamente a ingerir un desayuno saludable y evitar alguna de las comidas del resto del día podría ser igualmente perjudicial para su salud. Además, cabe destacar que es necesario individualizar en cada caso específico. No existe el desayuno ideal, sino que hay numerosas combinaciones, siempre que sean variadas y equilibradas, según las necesidades individuales. Por ejemplo, que el menor padezca celiaquía, intolerancia a la lactosa o a la fructosa, alergias alimentarias, etc.
José Francisco López-Gil, Investigador Post Doctoral Margarita Salas en el Centro de Estudios Sociosanitarios, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.