Virginia Sánchez Rodríguez, Universidad de Castilla-La Mancha
El día 18 de enero de 1903, el diario El Imparcial publicaba una crítica de la ópera El barbero de Sevilla, de Mozart (1756-1791), representada la noche anterior en el Teatro Real de Madrid, a cuyas tablas se subía una soprano que, pese a su juventud, ya había logrado el triunfo en los más célebres teatros europeos y americanos:
“Tres años han transcurrido desde que en estas columnas apareciera una biografía de esta cantante singular, extraordinaria, que apenas traspasados los umbrales de la adolescencia tenía conquistados la simpatía, la admiración y el aplauso fervoroso de los públicos más exigentes de Europa y América. La «niña prodigio» vencedora en Barcelona, donde asomara a la escena con las timideces del principiante, para lograr en una noche que el éxito se le ofreciere rendido y entusiástico, triunfaba enseguida en Milán, en Turín, en Génova y en Roma, donde la crítica es severísima con los artistas de «fuera de casa» y donde la proclamaban la «nueva Patti» (…)” (El Imparcial, 18 de enero de 1903, p. 2).
La laureada artista es María Barrientos, una de las sopranos de coloratura más relevantes del primer tercio del siglo XX en el ámbito internacional. Sin embargo, a pesar de sus éxitos y logros a lo largo de su vida, su figura no es recordada por el gran público en la actualidad.
Esto suscita una pregunta: ¿quién fue María Barrientos?
Conociendo a una diva
Aunque su primer acercamiento a la disciplina musical se produjo cuando ingresó en la Escuela Municipal de Música de Barcelona, su ciudad natal, con tan solo 5 años, María Barrientos, nacida en 1884, debutó como cantante de ópera a los 14 años de edad.
En aquella ocasión, la joven cantante interpretó el papel de Inés en La africana, de Meyerbeer (1791-1864), en el Teatro Novedades de la ciudad condal, cosechando mayor éxito que el resto del elenco. A pesar de que en esa época eran habituales las representaciones infantiles de ópera, María Barrientos asumió un rol operístico en una representación profesional y, desde ese instante, se hizo una figura imprescindible del círculo artístico barcelonés.
Su debut en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona se produjo en 1899, ocupándose del papel protagonista de Lucía de Lammermoor, de Donizetti (1797-1848), y solo un año después ya estaba cantando en el Teatro Lírico de Milán en La sonámbula, de Bellini (1801-1835).
Tras esa primera actuación sobre suelo italiano, la española enseguida logró un contrato como miembro de la compañía del Teatro Regio de Milán para la temporada de 1900.
Desde ese instante, María Barrientos logró hacerse un hueco en el ámbito musical milanés, compaginando su trabajo para la compañía con sus actuaciones en otros países, como Argentina, Portugal o Reino Unido.
Se considera que la consagración definitiva de la soprano se produjo en 1904 al haber actuado en el Teatro alla Scala de Milán, con tan solo 20 años, a lo que, además, se añadió su vinculación a la discográfica Fonotipia.
A partir de ese momento, con una carrera ya consolidada, la leyenda operística de María Barrientos creció y se sucedieron las grandes giras por los escenarios más célebres de Europa, América Latina y Norteamérica, además de pertenecer a algunas de las compañías más célebres del mundo –como la de la Metropolitan Opera House de Nueva York–.
Más allá de la ópera
En la década de 1920, María Barrientos se alejó de la ópera. Tras el abandono de este registro, se dedicó a la canción de concierto, siempre rodeada de grandes artistas. Eso significaba afrontar un repertorio muy distinto, puesto que la ópera requiere una exigencia vocal y dramática muy fuerte, pero también suponía un camino natural, ya que el abandono de los cantantes de ópera, en un momento dado, era frecuente debido al desgaste.
De forma paralela, Barrientos continuó vinculada al universo de las grabaciones, algunas de ellas especialmente recordadas en la posteridad, como la realizada junto a Manuel de Falla (1876-1946) de las Siete Canciones Populares Españolas, donde la cantante es acompañada al piano por el propio compositor.
Asimismo, durante sus últimos años de vida ejerció como mecenas y, especialmente, como docente de la Cátedra de Canto del Teatro Colón, en Buenos Aires, donde también residió.
Un olvido remediable
Los hechos mencionados hasta este punto parecen lo suficientemente relevantes como para que María Barrientos ocupe un lugar en nuestra historia. Sin embargo, ¿cómo es posible que el nombre de esta soprano no forme parte de nuestra memoria colectiva?
Aunque actualmente estamos realizando esfuerzos por recuperar su figura y su memoria, es responsabilidad de todos que ésta y otras mujeres relevantes de nuestro pasado no vuelvan a caer en el olvido. Aún queda mucho que escribir sobre ellas.
Virginia Sánchez Rodríguez, Profesora Doctora del área de Música de la UCLM. Miembro del Centro de Investigación y Documentación Musical (CIDoM)-Unidad Asocida al CSIC, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.