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Migraciones climáticas: un efecto más de las desigualdades económicas

16/02/2025
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Migraciones climáticas: un efecto más de las desigualdades económicas

16/02/2025

Mateo Ortiz, Universidad de Castilla-La Mancha; Ángela García-Alaminos, Universidad de Castilla-La Mancha; Guadalupe Arce González, Universidad de Castilla-La Mancha y Jorge Enrique Zafrilla Rodríguez, Universidad de Castilla-La Mancha

En 2024 nuestro planeta alcanzó la temperatura promedio más alta desde que se tienen registros. Los efectos de estas temperaturas no son solo las olas de calor, sino también la alteración del ciclo del agua y la intensificación de fenómenos extremos como sequías, incendios forestales, tormentas o inundaciones.

Uno de los ejemplos más cercanos y devastadores ha sido la dana que el pasado 29 de octubre afectó a poblaciones de Valencia y Albacete y que dejó más de 200 fallecidos y miles de afectados.

La evidencia científica avala la existencia inequívoca del cambio climático, lo que nos lleva al escenario actual donde los desastres naturales son cada vez más potentes y recurrentes, intensificando las pérdidas humanas y materiales.

Fenómenos extremos

Los impactos del cambio climático no son uniformes y afectan con mayor probabilidad a algunas regiones que, por sus condiciones geográficas o climatológicas, están en riesgo constante de sufrir estos fenómenos. En España, por ejemplo, las sequías prolongadas han azotado con frecuencia a regiones de Cataluña o Andalucía; las temperaturas récord durante el verano se registran usualmente en Córdoba, Sevilla o Murcia, y el riesgo de desbordamiento de ríos es persistente en zonas concretas de Cataluña o la Comunidad Valenciana.

A escala global, los ejemplos más visibles son los huracanes de la costa este de Estados Unidos, los ciclones e inundaciones en el sur de Asia (que afectan frecuentemente a países como Bangladesh o India) o las sequías de territorios extensos en África subsahariana (Somalia, Kenia o Etiopía).

Estas condiciones amenazan la salud o la vida de las personas, socavan sus medios de trabajo y debilitan las actividades económicas de las que dependen. Cosechas perdidas por la escasez de agua, la erosión del suelo por las sequías o la muerte de ganado en incendios forestales e inundaciones son algunos ejemplos de los riesgos que afectan a las actividades económicas en regiones vulnerables y que, en muchos casos, disminuyen su rentabilidad hasta hacerlas inviables económicamente.

En este contexto, los desastres naturales repentinos o el deterioro gradual de las condiciones climáticas generan pérdidas materiales, se cobran vidas humanas y expulsan a las familias de sus hogares. Cuando todo se derrumba, para muchas personas que habitan en regiones vulnerables migrar es una cuestión de supervivencia. El debate sobre esta problemática ha dado origen al término “migrantes climáticos” para referirse a aquellas personas y comunidades que son desplazadas de sus territorios por causas climáticas.

Migrantes climáticos

Las migraciones climáticas se manifiestan en forma de desplazamientos hacia países extranjeros, pero también como desplazamientos internos en los que el migrante se traslada a otra región dentro de su propio país.

De hecho, la gran mayoría de las migraciones climáticas son internas, puesto que las externas requieren de una planificación que es inviable ante un desastre climático. Además, es usual que las personas que migran hacia el extranjero hayan hecho uno o varios desplazamientos internos previamente.

Un problema fundamental a la hora de registrar migraciones climáticas es la combinación de factores que finalmente empujan a las comunidades a migrar. Problemas políticos, sociales o económicos suelen mezclarse con el deterioro ambiental de las regiones. Tal y como se observa en un artículo publicado recientemente en la revista Science of the Total Environment, el migrante climático tiene dificultades para reconocer si los factores climáticos influyeron en la decisión final de abandonar su hogar.

Las dificultades para contabilizar las migraciones climáticas son el principal obstáculo para valorar adecuadamente la dimensión del problema. A pesar de ello, el Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos publica desde 2008 estimaciones del número de desplazamientos internos causados por desastres climáticos en todo el mundo. Se estima que entre 2008 y 2023 ha habido 402 millones de desplazamientos internos motivados por desastres naturales. Sólo en 2023, se contabilizaron 28 376 desplazamientos en España y 26 millones a escala global.

Todos vulnerables, unos más que otros

Las regiones vulnerables al cambio climático están ubicadas tanto en países ricos como en países pobres. Sin embargo, las comunidades de los países desarrollados tienen mayor capacidad de adaptación por su potencial económico (ingresos de las familias y gasto público destinado a ayudas y relocalización de la población) y sus infraestructuras para la atención y prevención de emergencias (hospitales, carreteras, telecomunicaciones, mayores recursos para los cuerpos de bomberos, de rescate, de seguridad y sanitarios, etc.).

En cambio, las comunidades en riesgo de los países en vías de desarrollo son altamente vulnerables pues conviven con la amenaza climática bajo mayores niveles de desprotección y sus recursos para la adaptación y reparación son más escasos.

La vulnerabilidad y capacidad de adaptación al cambio climático es cuantificada por el índice de la Iniciativa de Adaptación Global (GAIN, por sus siglas en inglés), publicado por la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos) para más de 180 países. El ranking de países asociado al índice GAIN muestra con claridad que los países desarrollados y con altos niveles de ingreso per cápita alcanzan un equilibrio favorable entre vulnerabilidad y capacidad de adaptación (lo que se refleja en un índice GAIN alto). En cambio, los países de bajos ingresos tienen un índice bajo.

En un estudio que publicamos recientemente en la revista iScience, utilizamos el índice GAIN y los datos de desplazamientos internos por desastres naturales para identificar los países más susceptibles de sufrir migraciones climáticas.

Como era de esperar, ninguno de estos países vulnerables se localiza en el denominado Norte Global, sino que son economías poco desarrolladas, localizadas (en su mayoría) en el sur de Asia y el África Subsahariana. El riesgo de que las consecuencias del cambio climático agraven aún más las desigualdades en estas regiones es evidente.

Cambio climático: el papel de los países desarrollados

La emisión insostenible de gases de efecto invernadero es una de las principales causas del cambio climático antropogénico. La mayor parte de estas emisiones se liberan en las actividades de producción y consumo en las que se sustentan nuestras economías: la generación de electricidad y sistemas de climatización (39 %), los servicios de transporte y el uso de coches privados (15 %), procesos industriales de distintos sectores (24 %) y las actividades agrícolas, ganaderas y de deforestación (22 %).

El crecimiento económico de los países industrializados, acelerado durante el siglo XX, ha implicado grandes beneficios económicos y sociales, pero también ha sido el detonador de una acumulación inusitada de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Los altos niveles de consumo per cápita que se han consolidado en los países desarrollados requieren de la explotación de recursos naturales a un ritmo insostenible. Además, desencadenan la emisión de miles de millones de toneladas de CO₂ en todo el mundo para satisfacer las demandas de energía, transporte y todo tipo de bienes y servicios.

Existe, por tanto, un vínculo indirecto entre los niveles de consumo insostenible y las migraciones climáticas. Las decisiones de consumo activan los engranajes de los sistemas productivos a lo largo de las cadenas globales de producción, lo que genera emisiones de CO₂ en los distintos países y sectores que ejecutan las fases de producción para satisfacer la demanda de los consumidores.

Estas emisiones son la causa principal del cambio climático y sus devastadores efectos. Finalmente, esos fenómenos meteorológicos terminan desplazando a familias y comunidades de sus hogares y territorios.

Ante esta gran problemática global cabe preguntarse quiénes son los responsables.

Responsabilidades sobre las migraciones climáticas

Resulta paradójico que los países más vulnerables a las migraciones climáticas se caractericen por tener economías con un grado de desarrollo medio o bajo y bajos niveles de ingreso y consumo per cápita. Por tanto, su contribución histórica a la intensificación del cambio climático ha sido muy poco significativa si los comparamos con las grandes potencias económicas mundiales.

Abordamos también el análisis de estas desigualdades mediante la asignación de responsabilidades a los países que han influido históricamente en el crecimiento insostenible de las emisiones globales de CO₂. Para ello, calculamos las emisiones generadas, directa e indirectamente, por el consumo de los habitantes de cada país desde 1990. Estas estimaciones nos permiten identificar las contribuciones de cada país a la intensificación del cambio climático en los últimos 35 años de la mano de la globalización y que ha traído consigo el modelo actual de producción y consumo.

Con base en esas contribuciones, hemos asignado responsabilidades sobre los 303 384 777 migrantes climáticos que realizaron desplazamientos internos entre 2008 y 2021. El top 5 de países responsables lo lideran Estados Unidos, China, Japón, Rusia e India. El nivel de población de los países, su consumo per cápita y la dependencia energética sobre combustibles fósiles son las principales variables que explican su alto nivel de responsabilidad.

Fondo financiero para mitigar las migraciones climáticas

Durante la emergencia de la dana pudimos ser testigos de la solidaridad de personas y empresas que se volcaron a colaborar en las actividades de rescate y restauración y contribuyeron con sus donaciones en la recaudación de recursos financieros. Sin embargo, teniendo en cuenta que los desastres naturales y otros efectos del cambio climático serán cada vez más frecuentes e intensos, es necesario abrir el debate sobre la necesidad de que las instituciones políticas, nacionales y supranacionales, cooperen en el diseño y ejecución de programas destinados a prevenir las migraciones climáticas y paliar el impacto sobre los afectados.

Una de las posibilidades a valorar es la creación de un fondo internacional destinado a mitigar los enormes costes económicos y personales que afrontan los migrantes climáticos. De hecho, ACNUR presentó en 2024 el Fondo de Resiliencia Climática con el fin de proteger a las comunidades refugiadas y desplazadas que más riesgo corren a causa del cambio climático.

Sin embargo, surge cierta controversia cuando se trata de definir cómo se implementarán las contribuciones a este tipo de fondos. El sistema de asignación de responsabilidades que proponemos puede ser un punto de partida: que los países hagan aportaciones proporcionales a su nivel de responsabilidad sobre las migraciones climáticas.

Seguridad y dignidad

Hace unas semanas, la gobernadora del estado de Nueva York firmó una ley que obliga a las empresas que contaminan con combustibles fósiles a contribuir a reparar los daños causados por fenómenos meteorológicos extremos.

La ley propone un mecanismo público sistemático para encauzar recursos desde los responsables del cambio climático hacia los afectados por sus consecuencias. Este principio se puede extrapolar a escala global para paliar la distribución desigual de las migraciones climáticas que, hemos visto, afectan con más intensidad a países que poco han contribuido a las causas primarias del cambio climático. Es necesario respaldar estas medidas de financiación con datos científicos para que deje de considerarse caridad y se convierta en un derecho.

Finalmente, es imprescindible reivindicar que, aunque el objetivo más urgente es asegurar una reubicación segura y digna de las familias, los fondos y programas institucionales no deben limitarse a atender las necesidades inmediatas de los migrantes climáticos. También deben abordar las causas profundas del cambio climático para construir un futuro más equitativo y sostenible.The Conversation

Mateo Ortiz, Profesor Ayudante Doctor. Departamento de Análisis Económico y Finanzas, Universidad de Castilla-La Mancha; Ángela García-Alaminos, Profesora ayudante doctora, Universidad de Castilla-La Mancha; Guadalupe Arce González, Profesora Titular de Universidad, Universidad de Castilla-La Mancha y Jorge Enrique Zafrilla Rodríguez, Profesor Titular de Universidad - Fundamentos del Análisis Económico, Universidad de Castilla-La Mancha

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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